Iglesias de Madera: ULANOW

Nunca me he planteado el tema de la fe de una manera clara. En la carrera tuve un par de asignaturas relacionadas con la sociología de la religión, de las que conservo la mayoría de apuntes y libros.

Imagino que en su momento pensé que sería una manera estupenda de hacer acopio de “razones” que me llevarían, años después, a dilucidar en que posición me podría encontrar ante el sentimiento de trascendencia.

Imagino. La realidad es que varios de estos libros me han ido acompañando, mudanza tras mudanza, acumulando polvo sin ser abiertos de nuevo.

He sido, y soy, admirador de catedrales, mezquitas y sinagogas. Grandes edificios, enormes muestras de fe. Las admiro, pero no me “sobrecogen” más allá de su belleza constructiva.

Hay iglesias que si lo hacen. Hay iglesias que consiguen “sobrecogerme” desde la sencillez y humildad, desde la “humanidad” que destilan sus proporciones arquitectónicas y sus materiales constructivos.

Estas iglesias no son Patrimonio de la Humanidad, como sus primas del vecino Voivodato de Malopolska o de la parte eslovaca de los Cárpatos. Comparten con ellas la utilización de troncos de madera en su construcción, tienen interiores decorados con hermosas pinturas y sus formas responden a las fuertes exigencias del clima de la región.

Pues bien. Éstas, son especiales. Palpar sus paredes es tocar la fe. Es oler la fe, es sentir la fe.

Si algún día empiezo a manosear mis viejos libros de sociología de la religión, si el polvo desaparece de sus cubiertas, una de estas fotos servirá de marcador. Cualquiera de ellas. De estas fotos o de las que vendrán.


Sencilla, humilde y frágil. De existir, la fe tiene que ser como una iglesia de madera de la Subcarpacia.


© Iván Mª Asenjo del Amo
© Iván Mª Asenjo del Amo
© Iván Mª Asenjo del Amo
© Iván Mª Asenjo del Amo
© Iván Mª Asenjo del Amo

Saludos ligeramente desenfocados

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